Mate and Bible || Mate y Biblia [ENG/ESP]

It was Friday afternoon, and the sun was beginning to gently set, tinting the room with gold. The week had been long for everyone, but that corner of the table, with its woven tablecloth and thermoses ready, awaited us like a refuge. One by one, we arrived, greeting each other with knowing smiles and sincere hugs. There was something special about those encounters that went beyond the everyday.

The table quickly filled: a steaming silver thermos, a pastel pink one, the sugar jar with its handwritten label, two mates being passed from hand to hand, and in the center, an open Bible. It wasn't a formal or structured gathering. It was a moment of togetherness, among friends, siblings, companions on the journey.

At first, as always, we chatted about a bit of everything: work, studies, family. But soon someone read a verse, and without realizing it, we were immersed. One person would share a reflection, another would recount how that passage had spoken to them during the week, another would dare to ask a question, leading to a deep and honest conversation.

The mate flowed slowly, as if knowing it should give time to each word. Each drink was an opportunity to listen, to think, to accompany the other in silence. Sometimes there was laughter, other times unshed tears, but there was always truth.

We didn't need anything else. That Bible in the center was enough to guide us, to remind us why we were there: because we seek to grow, not only in knowledge, but in faith, in community, in love.

When the afternoon ended and the sun had set, no one wanted to leave. There was a peace that can't be explained, only experienced. Another Friday, yes, but different. A Friday in which we shared more than just a mate: we shared faith, hope, and the certainty that we don't walk alone.
Although some delicious pizzas came out later.

Era viernes por la tarde y el sol empezaba a bajar con suavidad, tiñendo de dorado la habitación. La semana había sido larga para todos, pero ese rincón de la mesa, con su mantel tejido y los termos ya listos, nos esperaba como un refugio. Uno a uno fuimos llegando, saludándonos con sonrisas cómplices y abrazos sinceros. Había algo especial en esos encuentros que iban más allá de lo cotidiano.

La mesa se llenó rápidamente: un termo plateado humeante, otro rosa pastel, el tarro de azúcar con su etiqueta escrita a mano, dos mates pasando de mano en mano, y en el centro, una Biblia abierta. No era una reunión formal ni estructurada. Era un momento nuestro, entre amigos, hermanos, compañeros de camino.

Al principio, como siempre, charlamos de todo un poco: el trabajo, los estudios, la familia. Pero pronto alguien leyó un versículo, y sin darnos cuenta, nos fuimos sumergiendo. Uno compartía una reflexión, otro contaba cómo ese pasaje le había hablado durante la semana, alguien más se animaba a hacer una pregunta que terminaba en una conversación profunda y honesta.

El mate circulaba con ritmo pausado, como si supiera que debía darle tiempo a cada palabra. Cada cebada era una oportunidad para escuchar, para pensar, para acompañar al otro en silencio. A veces había risas, otras veces lágrimas contenidas, pero siempre había verdad.

No necesitábamos nada más. Esa Biblia en el centro era suficiente para guiarnos, para recordarnos por qué estábamos ahí: porque buscamos crecer, no solo en conocimiento, sino en fe, en comunidad, en amor.

Cuando terminó la tarde y el sol ya se había escondido, nadie se quería ir. Había una paz que no se explica, solo se vive. Un viernes más, sí, pero distinto. Un viernes en que compartimos más que un mate: compartimos fe, esperanza, y la certeza de que no caminamos solos.
Aunque después salieron unas ricas pizzas.